Sábado 20 de febrero del 2021
Escribe: Magy Meyerhoff
El año pasado fue de los años más particulares (por no decir tediosos) que tuvimos que vivir: debimos repensar todos los ámbitos, tratando de minimizar riesgos, pero sabiendo que el mundo no se podía parar. En estás circunstancias, Sam Levinson, el joven director estadounidense creador de la premiada serie Euphoria, escribió el guión de lo que sería su nueva película, “Malcom & Marie”, a partir de las conversaciones que tenían con Zendaya, la actriz que fue protagonista del show (y que también lo es de esta película) cuando todavía estaban filmando la serie en California.
Y con el libreto en mano, pandemia mediante, convocó a John David Washington (El infiltrado del KKKlan, Tenet) y la ya nombrada Zendaya, para poner luz sobre muchos de los problemas que puede traer el vincularse con alguien. Y es eso quizás lo que ensombrece este film: que son deliberadamente muchísimos.
La película nos sumerge en el conflicto de inmediato: es de noche, Malcolm y Marie, una pareja que ya lleva 5 años juntos llegan a su casa después de que él haya presentado su película más referencial. Y que le haya ido increíble. Y en su discurso de agradecimiento se haya ‘olvidado’ de nombrarla a ella. Y desde ahí surgen miles de situaciones tirantes de ambos lados que descansan poco y nada y vuelven a empezar.
Desde que si era necesario agradecerle, hasta cuando nos enteramos que el personaje protagónico de la película está basado en ella y su adicción, pasando por cómo se construyeron los primeros meses de ese vínculo, donde ella todavía era una adicta y los reclamos que surgieron desde entonces. Se que suena demasiado, y es demasiado.
Sin embargo, y más allá de eso, la construcción que hacen ambos de sus personajes hace que la película sea llevadera. Sus actuaciones nos llevan del amor al odio, el rencor, la ausencia de felicidad y el registro de qué estamos haciendo desde nuestra parte con quien tenemos (o tuvimos) al lado. Creo que si podemos parar y empezar a entender que estas cosas suceden en todas las parejas, Sam Levinson estaría feliz.
Otro de los grandes aciertos es la cinematografía, que incluyó al director de fotografía Marcell Rév, y al diseñador de producción Michael Grasley, para filmar un largometraje intimista en una sola locación. Solamente en quince días. El registro de la preciosa fotografía en blanco y negro filmada en el viejo y amado 35mm con travellings elegantes y planos fijos rigurosamente encuadrados, sumados a la cámara en mano cuando el relato necesita más drama.
Y otro de los aciertos es cuando corre al amor para sumar a la herencia, al ego y a la crítica como conflictos. ‘¿Por que sólo me comparan con directores negros?’, objeta Malcolm en un momento. Y ahí siento que es un logro de Levinson, hijo de Barry Levinson (ganador del Oscar por haber dirigido Rain Man), quien pasó toda su adolescencia internado en hospitales para poder recuperarse de su adicción. Es que pudo poner en perspectiva ciertos comportamientos hegemónicamente blancos (como cuando una crítica del L.A. Times, la misma que lo compara con Spike Lee y Barry Jenkins, se atreve a decir que la protagonista de la película es adicta por haber crecido negra, miles de aforismos mucho más políticamente correctos, pero que terminan sentenciando su adicción al color de piel igual).
No creo que Malcolm & Marie sea para todo el mundo. Que no haya alguien que se queje de que es demasiado dramática, poco real. Y es que no creo en la universalidad de las películas tampoco, pero esta es diferente. Un buen ejercicio para hacer con esta película es dar vuelta los géneros y dar vuelta las identidades. Hasta las profesiones y lo que fueron dejando en el camino. Recién ahí se percibe realmente lo más afín de lo menos, lo más propenso, lo más lógico (para no hablar de lo justo e injusto) y lo más obvio de criticar desde nuestro lado. A cómo (nos) construímos. Y recién ahí poder poner en foco nuestros propios defectos.
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